22 Pero vais a decirme: “Nosotros confiamos en Yahveh, nuestro
Dios.” ¿No ha sido él, Ezequías, quien ha suprimido los altos y los altares y
ha dicho a Judá y a Jerusalén: “Os postraréis delante de este altar
en
Jerusalén?”
23 Pues apostad ahora con mi señor, el rey de Asiria: te daré 2.000
caballos si eres capaz de encontrarte jinetes para ellos.
24 ¿Cómo harías retroceder a uno solo de los más pequeños servidores
de mi señor? ¡Te fías de Egipto para tener carros y gentes de carro!
25 Y ahora ¿es que yo he subido contra este lugar para destruirlo, sin
Yahveh? Yahveh me ha dicho: Sube contra esa tierra y destrúyela.»
26 Dijeron Elyaquim, Sebná y Yoaj al copero mayor: «Por favor,
háblanos a nosotros, tus siervos, en arameo, que lo entendemos; no
nos
hables en lengua de Judá a oídos del pueblo que está sobre la muralla.»
27 El copero mayor dijo: «¿Acaso mi señor me ha enviado a decir
estas cosas a tu señor, o a ti, y no a los hombres que se encuentran sobre la
muralla, que tienen que comer sus excrementos y beber sus orinas con
vosotros?»
28 Se puso en pie el copero mayor y gritó con gran voz, en lengua de
Judá, diciendo: «Escuchad la palabra del gran rey, del rey de Asiria.
29 Así habla el rey: No os engañe Ezequías, porque no podrá libraros
de mi mano.
30 Que Ezequías no os haga confiar en Yahveh diciendo: “De cierto
nos librará Yahveh, y esta ciudad no será entregada en manos del rey de
Asiria.”
31 No escuchéis a Ezequías, porque así habla el rey de Asiria: Haced
paces conmigo, rendíos a mi y comerá cada uno de su viña y de su higuera,
y beberá cada uno de su cisterna,
32 hasta que yo llegue y os lleve a una tierra como vuestra tierra, tierra
de trigo y de mosto, tierra de pan y de viñas, tierra de aceite y de miel, y
viviréis y no moriréis. Pero no escuchéis a Ezequías, porque os
engaña
diciendo: “Yahveh nos librará.”